Conocí una persona que vivió en la casa
Hasta hace poco a la casa le hacía falta un timbre. No me veía cablear, menos poner un cosito a pila de plástico inalámbrico. En Tristán encontré la solución: una campana.
Por prueba y ensayo diseñé el mecanismo: la campana colgando de la viga con una cuerda y dos nudos marinos (roja: campana -> bombeos), un tubo de aluminio de media pulgada conforma un balancín por el que pasa una cadena, del lado interior fijada al badajo y del lado exterior colgando para poder «tocar».
Está funcionando desde hace pocos días, y hoy tuve el primer golpe de campana imprevisto. Fue una sorpresa grata, y muy enriquecedora.
Estaba una pareja. Veinteañeros, de apariencia muy actual. Me habló la chica — llamémosla Bruna. Me contó haberse criado en esta casa, y me dijo que simplemente tenía curiosidad de saber que había devenido el lugar.
— «Pasen», le respondí.
Bruna me contó primero que habían vivido en la pieza número 3. Me la mostró: supongo que las piezas estaban numeradas de izquierda a derecha, rotando en el sentido horario. La pieza 1 daba al hall de entrada, la pieza 2 al muro sur del actual patio, que antes era el espacio central de una planta baja bastante lúgubre por su falta de luz. Antes de ser pensión, el entrepiso sobre esa pieza central era abierto o translúcido, pero con los arreglos ya sólo quedaba un tragaluz de menos de dos metros cuadrados. La pieza 3 era la primera dando al actual patio por el oeste. Hoy las pieza 1 y 2 han sido unidas, volviendo a la configuración inicial de la casa. La pieza 3 también fue unida a la siguiente, la que hubiera sido la cuatro.
Conversamos, le mostré toda la planta baja, incluida la parte del padrón de atrás a la que accedemos por un vano en la medianera, hecha para poder reparar esta misma pared por afuera. «Acá estaba la cocina», dijo mostrando la parte izquierda del cantero, y «acá el baño», mostrando los trozos de mármol por los que lo cruzábamos.
Sí, era claro que había estado ahí. Pero si quería una prueba más, luego me dijo: «acá había una escalera.... cuántas veces me habré caído de esa escalera...»
Escalera que fue desmontada y aún está. Se la mostré. Había vivido con su familia, cuatro personas, en la piecita, originalmente de servicio cuando ese nivel fue una casa familiar, en un entrepiso sobre baño y cocina, como era muy habitual en casas montevideanas.
Si la numeración planteada es correcta era la pieza 5. En lo que sería la pieza 7, bajo la escalera al segundo piso, me contó que vivía la loca Mariel. «Nadie sabía con quién era que hablaba...»
Un ratito de conversa más de cosa y otra, y luego siguen su camino. Nos despedimos calurosamente, a la uruguaya, en un ambiente leve y cordial.
Fue grato tener ese pedacito de historia del lugar.
Bruna, preferí no poner tu verdadero nombre, por respeto de tu privacidad. Los recuerdos, es finalmente algo íntimo.
Pero si — aunque haya tardado un poco en publicar esto — miras el enlace que te dejé y te reconocés al leer: ya sabes donde tocar cuando quieras :)